miércoles, 15 de junio de 2011

La Masvida, XV.

Aquella noche volvimos a rular, aunque ya con menos marcha y menos dinero también. Fuimos al Patio, pero nos marchamos pronto; acusábamos los efectos de la borrachera de la noche anterior.
Acabamos la noche en la pensión del centro. Elisa y su novio, que habíamos encontrado en un bar del Patio, se metieron en una habitación con una gran cama de matrimonio. Nosotros tres (Luis, Malena y yo) en otra con dos camas que acercamos para estar juntos. Cuando llevaba un rato, después de la charla, la luz apagada y yo intentaba dormir, se oyó un grito desgarrador, proveniente de Malena. No sabía uno si tomárselo en serio o apuntarlo una vez más a la cuenta de la locura de esos dos chicos. La locura histriónica e histérica de Malena y la locura oscura y torturada de Luis. Pero el grito había tenido intensidad suficiente como para alarmarnos. Encendí la luz y ví a Luis sobre ella, sujetándole los brazos, cruzados sobre su cabeza, mientras apretaba los dientes en su yugular. Supuse que sería la despedida de Luis, tras haber escuchado lo que le había dicho esa tarde a su padre.
Malena consiguió liberarse del abrazo sádico de Luis y siguió gritando, ya más bajo, insultándolo y armando jaleo. Tuve que separarlos, terciar en las discusiones, los gritos, las recriminaciones... Mientras tanto, la dueña de la pensión se había alarmado también y llamaba a la puerta, preguntando qué pasaba. Hubo que gastar esfuerzo en convencerla de que todo había sido una pesadilla... alguien que no se encontraba del todo bien... ya había pasado todo... todo volvía a estar en orden. Se fue refunfuñando y a la mañana siguiente, muy temprano, nos echó a la calle con malos modos.

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