miércoles, 1 de junio de 2011

José Hidalgo II.

Luego el tiempo pasó y nuestra incipiente amistad estaba como atravesada por insondables silencios, era como una tierra regada por ríos de silencio. A veces, si se me perdían tus ojos, los encontraba adheridos a las superficie de la luz. Una larga mañana nos leímos nuestros versos paseando por el parque y, al acabar cada lectura, tú girabas sobre tus talones y saltabas hasta tocar con la mano la rama del árbol. Todo era así...
Poco después te fuiste a hacer la mili a Canarias. Pasaron dos meses. Hasta aquella primavera.
Un día te encontré, vestido de soldado, con tu macuto al hombro y unas barbas pobladas. Lo mirabas todo con los ojos abiertos y extrañados del que sale con el síndrome institucional.
Junto a ti un muchacho de pueblo que no hablaba casi. Sólo te miraba hipnóticamente. Me dijiste:"Eres la única persona que quería encontrar".

                                                                 José Hidalgo, La Masvida.

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