viernes, 5 de agosto de 2011

La Masvida, XXV.

(Releo lo escrito en este capítulo y no encuentro más que regurgitación de un rencor mal digerido. Aún hoy, si viera casualmente a Luis por la calle, sentiría dolor y rabia en el alma y en el sexo... ¿Quién de los dos puso más en el plano inclinado hacia lo abismal? Yo debo confesar que lo arrastré a la bebida y a la droga, aunque él parecía estar bien dispuesto a aceptar los antiguos excitantes para convocar al Genio. Yo le alenté en su creencia de ser un genio en potencia, lo mismo que yo... Infantilismos. Y el amor ¿Acaso no lo veía yo como un devorarse mutuamente, como una complicidad fuera de toda norma y de toda regla, algo que desclasa, que margina, que hace olvidar el mundo, la familia, los amigos, todo tipo de deber y obligación. Un paso más, el más poderoso, hacia la cima del encuentro con una divinidad perdida...?)
Una noche que dormíamos juntos, lo vi levantarse de la cama y encender la luz del baño. Al cabo de un rato me levanté yo también y lo vi reflejado en el espejo del lavabo, a través de la puerta entreabierta. Estaba con una cuchilla de afeitar en la mano, acercándola, con gestos tímidos y rápidos, a su muñeca izquierda. A cada pasada rozaba un poco la piel y al cabo había conseguido hacerse algunos cortes superficiales de donde manaba algo de sangre. No pude decirle nada para detenerlo. Cuando reparó en mi presencia me dijo, mirándome con ojos muy abiertos: "Si me sucede algo, avisa a mi madre. En el comedor te he dejado el número de teléfono". Dio un tajo más profundo y la sangre empezó a correr más abundante. Luego, como un sonámbulo, aplicándose una toalla a la herida, se sentó en el sofá, mirando al vacío. Yo acudí al teléfono y hablé con su madre: "Venga, por favor, Luis no se encuentra bien". Luego llamé a un médico de urgencias. Esperamos sin decir una palabra. Vinieron los dos, la madre y el médico, casi a la vez. El doctor curó algo la herida, que no era muy profunda y al informarse de que Luis pertenecía al ejército, llamó a una ambulancia y lo condujeron al hospital militar. La madre le acompañaba. Yo me quedé, pretextando tener trabajo al día siguiente, pero la verdad es que no tenía valor para acompañarle. Eran cerca de las seis y media. Estaba amaneciendo.

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